Un día en la colonia de vacaciones de Ezeiza


Son las 7:30 del día 2 de enero del año 2019. Un miércoles cualquiera, podríamos razonar, un poco abombado por un almuerzo y sobremesa de año nuevo que todavía se hace presente en nuestro estómago. Aquellos afortunados, emprenderán –o ya disfrutarán- de un viaje a algún recóndito destino turístico para comenzar con su merecido descanso. Para mí, no será un día más. Nosotros, porque me acompañan muchos más en esta historia, también comenzamos una nueva aventura.

Ocho y cuarto de la matina. El sol con sus 27 u 28 grados azota y dibuja una resolana que dificulta la visión. La calle Fraga al 638 es mi primer destino del día, o mejor dicho, la parada en donde decido ubicarme esta vez. Apenas me acerco, algunos papás y mamás ya aguardan ansiosos, desde hace un ratito, junto a sus hijos e hijas la llegada de un micro al que todavía le quedan unos minutos para decir presente en la puerta del Centro de Formación Profesional Nº10. Claro, a ellos los corre el tiempo y madrugan por demás debido a sus demandantes horarios laborales.

Por Olleros o Av. Lacroze veo llegar más chicos todavía y algunos autos maniobran sobre el empedrado para poder estacionar. Todos con su mochila equipada con lo solicitado: protector solar, gorro y toalla. Cada artilugio, casi seguro, con la etiqueta correspondiente para que sus pertenencias no se confundan con las de nadie. Los profes también arriban, y la avalancha de papis y mamis no se hace esperar. “Lo dejo que me tengo que ir volando. ¡Divertite, cielo. Nos vemos a la tarde!”, añora y señala una de las madres que relojeaba su muñeca hace 25 minutos. La colonia de vacaciones de verano está por comenzar y las dudas, consultas, risas y alguna que otra lágrima de emoción de padres primerizos aparecen.

Van a ser casi las nueve y tenemos que salir para no demorar. En los dos transportes, cada encargado se tomará el trabajo de contabilizar, tomar lista, subirlos, tomar lista de nuevo y chequear que todos tengan su cinturón, para recién ahí emprender el viaje. Son y cinco, ¡ya arrancamos! Fraga - Av. Lacroze - Av. Corrientes y antes de llegar a Juan. B Justo las canciones comienzan: “¡¿Ocho está? ¡Sí, está! ¿Ocho está? ¡Sí, está! ¡Entonces mueva, mueva, mueva ocho, mueva!”, es uno de los himnos que los coordinadores y los peques entonan sacando vozarrones y risas por doquier.

Pasamos la autopista “Perito Moreno”, agarramos la General Paz, encarrilamos por la Riccheri y desde ahí le pegamos derecho. Los más chicos retumban su micro, mientras los más grandes, un tanto más cancheros –o quizá no, ya me entenderán-, aprovechan para dar rienda suelta a las charlas con el amigo o amiga a el/la que no ven desde la colonia de invierno. Porque sí, este espacio es sinónimo de reencuentro, pese a que en los tiempos de la tecnología tratan de seguir en contacto mediante grupos de WhatsApp, pero claro, las reuniones no tendrán la misma mística.

Dejamos atrás el “Centro Atómico” y ya estamos por llegar. Mientras nos vamos acercando un cartel gigante que indica “bienvenidos”, junto a la figura de Armando Cavalieri, asoma en el horizonte. Somos los últimos, partimos desde más lejos. Flores, Liniers y Congreso –con la caravana más grande- esperan adentro con los profes que no estaban en ruta. Ahora el sueño, se hace realidad.

Hay una especie de organigrama establecido, aunque no nos gusta llamarlo así. Si antes los micros dividían a los nenes entre grandes y chicos, ahora será directamente por edad y, de ahí, un subgrupo que los diferenciará en “A” o “B”. Cada tropa tendrá dos coordinadores a cargo. El pasto será el asiento más cómodo para formar una ronda con las colas en el piso, tomar lista, otra vez, y empezar las actividades, no sin antes, claro, cantar.

“El alacrán”, que antes se la pedían sólo al profe Cristian Mercado, o “La ballena” son algunas de las letras preferidas que componen el cancionero. Laureano y Gastón son los designados para este tipo de ceremonias que no duran más de 10 minutos. Al finalizar, un rugido al unísono resuena en todo el Club Recreativo Ezeiza:

A las once, dentro de lo posible, los más de 600 colonos salen a hacer sus actividades. Generalmente, por la mañana, los grandes comienzan por la pileta y los más chicos –de menor resistencia al frío- se van al campo. Natación, fútbol, vóley, básquet…todo está orientado hacia el deporte y la diversión, pero con una misión clave: que aprendan durante las dos semanas. Es gratificante ver a los nenes de cuatro años que arrancan con un pavor enorme al agua, abrazados a los profes y titiritando apenas asoman un pie, y al final terminan flotando y desenvolviéndose en el refrescante amigo cristalino.

Una hora pura de recreación y enseñanza. Todos con todos, todas con todas, sin interés de fomentar amiguismos puntillosos, fraternales y en equipo. Pese a esto, es imposible no divisar algunos famosos duetos: Nacho y Juan; Mancuello –sí, como el jugador de Independiente- y Thiago, que son terribles y cuestionan todo, pero qué sé yo…te compran, o “los melli”, Nico y Thiago, son personajes clásicos. También, la memoria juega durante estos días para los más de 40 profes. La “polaca” Brenda; Mara, la “china”; Emili…niñas que comenzaron juntas desde los 7 años, y terminaron el año pasado…era un grupo intenso, pero representativo.

Ya es medio día. El primer turno almuerza desde las 12:30 y, el segundo grupo, aguarda un rato más con juegos hasta que llegue su momento. Hoy tocó pizza y de postre helado, lindo arranque. Mañana será otra cosa, ya que todos los días hay menús distintos. Cada quien con su platito o su viandita que traen desde casa, todos serenos, todos cansados, la primera hora fue agitada y no hay ánimos ni permitidos para el descontrol. En un rato, hay que volver a mover el esqueleto.

Las actividades se repiten, pero a la inversa, durante el turno de tarde. ¿Se acuerdan que les conté que juegan y aprenden? Hay un condimento más que sazona al deporte: la temática, algo que vuelve locos a adultos y jóvenes. Cada colonia es una historia, decimos acá adentro. Una vez fue “viajar por el mundo” y cada día era, por ejemplo: si tocaba Italia, cantábamos en ese idioma, comíamos sus platos típicos, y así sucesivamente, hasta que terminaron hablando francés, inglés y hasta ¡hindú! Cuando hicimos “viajar en el tiempo” representamos cada época. Recuerdo que el último día vinieron todos disfrazados, pusimos un camino de luces e hicimos un desfile.

La temática repercute en el día a día, pero también en cada cierre. Porque cada quincena tiene algo distinto. En la primera de enero, aparecen los reyes magos, en la segunda hacemos el campamento, al igual que en la primera de febrero. Y en la última quincena de todas, hacemos el acto de cierre. El año pasado fue muy cómico. En uno de los campamentos, leímos una historia y cada uno prendió una vela que después dejó en el agua. ¿La fogata? La puso ¡Elvis! que llegó desde los ’60 a encender un fogón sobre la pileta. Los grandulones de 12 años rompen el llanto, es inevitable. ¿Ahora me entienden la independencia dependiente? Son los más apegados y saben que esta, será la última. El día de mañana regresarán, como suele suceder, para saludar, charlar, estar cerca y pedir vacantes aunque ya sean mayores.

En el cierre de invierno 2018, Carlos Pérez –secretario que devolvió las colonias de vacaciones al club- y Luis Sainz, que hasta hace meses nos ayudaba y guiaba en estas locuras como alquilar un inflable de 100 mts cuadrados, fueron conductores de un noticiero y presentaron a los grupos que desarrollaron una coreografía según su época. El sindicato y los secretarios se prestan y colaboran con todo.

¡Uy, el día pasó volando! Son las 4:30. El alfajor y el juguito sirvieron para recargar un poco las pilas. Es hora de reagruparse por parada y por micro, y emprender la vuelta. Contamos, están todos, cinturones abrochados y volvemos a la capital.

El regreso es muy distinto a la ida. Los grandes aprovechan que les devolvieron su teléfono celular para conectarse, nuevamente, con su yo cibernético. Los más chicos, cambiaron gritos y saltos por respiraciones profundas y ojos cerrados para una reconfortante siesta.

Son las seis. Ya estamos en la parada. “Hola, mi amor. ¿Cómo te fue?”, se escucha de fondo. Algunos se van rápidamente, otros, quieren que sea mañana y poder subirse al micro con ellos producto de la emoción, un grupo especial se queda charlando con los profes mientras el sol sigue bajando. Bárbara, Adriana o Andrea son algunas de las fans número uno y que quieren estar en todo el detalle.

El día terminó, es hora de volver a casa y planificar para mañana. ¿Qué les esperará? Ya saben, cada colonia, cada quincena, cada día, es una historia.


¡Conocé más del beneficio de Colonia de Vacaciones!


¿Cuáles son los requisitos?

  • Ser afiliado al Sindicato Empleados de Comercio de Capital Federal, con cuota al día.

  • Tener tres meses de antigüedad al momento de realizar la reserva.

¿Quienes pueden participar?

  • Hijos/as de afiliados/as de de 5 años (o con salita de 4 finalizada) a 12 años (inclusive).

¿En qué predios se realiza?

  • Verano: Parque Norte y Club Recreativo Ezeiza.

  • Invierno: Club Recreativo Ezeiza.

¿Cómo reservar una vacante?

  • La inscripción es online por medio de la página del Sindicato (sec.org.ar) ingresando con el usuario web y contraseña.

  • La inscripción a la colonia de verano se habilita durante el mes de noviembre y la de invierno en el mes de junio.


Para más información ingresá en: beneficios.sec.org.ar/colonia



2019, 13 FEBERERO
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